miércoles, 23 de mayo de 2012

A propósito de las corridas de toros y el despropósito de intentar eliminarlas.






Por Juan Carlos Cubas
Torero Peruano

Puedo afirmar con mucho orgullo que nuestro país es Taurino. Lo afirmo porque gracias a Dios que me hizo torero  desde los 12 años y con ello me dio la dicha de recorrer el Perú profundo, ese que muchos ignoran y por ello son ajenos y lejanos a sus costumbres y cultura. No lo saben tampoco aquellos que desde sus oficinas congresales cocinan leyes para  atacar y destruir esta tradición arraigada en los corazones de nuestra gente, ciegos siempre a la sensibilidad de los pueblos. Es que nunca han ido a Puquio, Pauza, Sicaya, Macusani y muchos etc. en un día de fiesta, de plazas llenas, de coloridos vestidos, de calientito, de huayno, de cadenetas en las calles, de sombreros de paja, de hermosura andina. Nunca han sentido eso que sentimos los toreros cuando entramos a la plaza y nos aborda la gente pidiendo autógrafos o nos entrega en brazos a sus hijos solo para que lo abracemos, y nos abrazan también ellos con noble emoción. No se han enterado lo que siente un niño de la sierra cuando acompaña corriendo bajo la lluvia a su torero hasta la puerta del hotel solo para tocarle el traje y darle la mano con una sonrisita que no se le borra del rostro.
Quieren cercenar con tinta negra lo que la tauromaquia ha calado a los largo de los años. Quieren que dejemos de ser lo que somos. A ellos les dedico estas líneas, solo para comunicarles que estamos indignados con su proceder, que basta ya de ignorar nuestras raices, que sólo pedimos un poco de respeto. La tauromaquia es un clamor popular y la voz del pueblo es la voz de Dios, no lo olviden.