Torero
Peruano
Puedo afirmar con
mucho orgullo que nuestro país es Taurino. Lo afirmo porque gracias a Dios que
me hizo torero desde los 12 años y con ello
me dio la dicha de recorrer el Perú profundo, ese que muchos ignoran y por ello
son ajenos y lejanos a sus costumbres y cultura. No lo saben tampoco aquellos
que desde sus oficinas congresales cocinan leyes para atacar y destruir esta tradición arraigada en
los corazones de nuestra gente, ciegos siempre a la sensibilidad de los pueblos.
Es que nunca han ido a Puquio, Pauza, Sicaya, Macusani y muchos etc. en un día
de fiesta, de plazas llenas, de coloridos vestidos, de calientito, de huayno, de
cadenetas en las calles, de sombreros de paja, de hermosura andina. Nunca han
sentido eso que sentimos los toreros cuando entramos a la plaza y nos aborda la
gente pidiendo autógrafos o nos entrega en brazos a sus hijos solo para que lo
abracemos, y nos abrazan también ellos con noble emoción. No se han enterado lo
que siente un niño de la sierra cuando acompaña corriendo bajo la lluvia a su torero
hasta la puerta del hotel solo para tocarle el traje y darle la mano con una
sonrisita que no se le borra del rostro.
Quieren cercenar
con tinta negra lo que la tauromaquia ha calado a los largo de los años.
Quieren que dejemos de ser lo que somos. A ellos les dedico estas líneas, solo
para comunicarles que estamos indignados con su proceder, que basta ya de ignorar
nuestras raices, que sólo pedimos un poco de respeto. La tauromaquia es un
clamor popular y la voz del pueblo es la voz de Dios, no lo olviden.